Desde estos pequeños miradores de barro, las golondrinas desafían incansables la contumaz piedra de un niño o la inoportuna mirada del adulto. Quizás sea porque gritan libertad con sus acrobáticos vuelos, por su espíritu creativo y aventurero, o por su beneficiosa manera de alimentarse, estos seres siempre me han transmitido simpatía y admiración.
Un día soñé con su ausencia. Ese día no quise despertar a la primavera.
Imagen : Tejado de una casa rural abandonada en Galera. (Granada).
Siempre me han gustado las golondrinas, vuelan libres pero vuelven una y otra vez, como compañeras a distancia. Son elegantes sin necesidad de modas o adornos. Me gusta mucho esta entrada.
ResponderEliminarNo sé si me sorprenden más las fotos o los textos que las acompañan. Indudablemente ambos de gran calidad.
ResponderEliminar¡Enhorabuena! y adelante.
Un saludo.