martes, 27 de abril de 2010

Acta de Defunción


Cuando vuelvo a mi cueva, después de un paseo por lo que queda de lo que fue, vuelvo a lo que no he dejado de ser, un hombre de campo.
Trato de recoger los despojos, desde el lenguaje a las costumbres, de la vida tal y como era; un mundo rural desamparado pero a la vez solidario, donde los niños éramos como gatos, ajenos al mundo de los adultos, viviendo en un primitivismo salvaje e inocente, sin comodidades pero felices.
Mi aldea se muere, ya no quedan niños y aunque mi corazón late, no contempla alegría para recuperar la vida.
Es verdad que al final de nuestro camino, se idealiza la infancia, pues al fin y al cabo la vida es lo que se recuerda para contarlo. Con la edad se tiene más necesidad de volver a los orígenes como un impulso interno y un desahogo espiritual.
Esta tarde he oído hablar de futuro, de promesas, de desarrollo: los poderosos pretenden cambiar dinero por salud, quieren montar una planta de reciclaje de residuos peligrosos; aquí donde nadie protesta, donde casi nadie sueña, donde nadie puede decir nada, porque casi no hay nadie.
Fernando Lázaro Carreter decía que nuestras palabras son nuestro pensamiento: Hoy levanto acta de defunción de nuestra querida comarca de Huéscar.

domingo, 11 de abril de 2010

Señales de Vida


De niño uno se conformaba con atender las señales de vida que se producían a nuestro alrededor; esa curiosidad, intensiva y microscópica, reparaba en cada brizna de hierba, en cada insignificante bicho, en cada piedra, en cada pequeño paso. Detrás, la imaginación alimentaba la maquinaria de los sueños, sueños que no eran tan sedentarios como las cosas menudas que ocurrían al alcance de nuestras manos. Eran sueños nómadas, codiciosos de paisajes más allá de nuestro mundo circundante, que nos empujaban al amanecer de un nuevo día a continuar la búsqueda, en el increíble libro de la naturaleza, de un horizonte nuevo que seguir ampliando.
Creo que a todos nos pasa cuando paseamos por algún lugar; nos asalta el recuerdo que guardamos en alguna parte de nuestra cámara polvorienta de la memoria, y nos hace saborear esas emociones, disfrutar de esos momentos cuando éramos dueños del mundo, de nuestro pequeño mundo.
A mi,esta tarde, al contemplar estas espinas me ha pasado.