domingo, 12 de septiembre de 2010

El vecino de Dios


Aquí me encuentro, mezclando a Dios con las cosas de comer;
Con mi amigo Pedro de la “cañá marín”, un tio que disfruta haciendo bien lo que sabe hacer bien.
Aquí me doy cuenta que cualquier lugar y cualquier persona es un museo vivo, un libro de historia con la memoria genética de lo que somos y de lo que fuimos. Aquí alejados del mundanal ruido, de la prisa, del estrés, del humo de los bares, disfruto viendo su obra y su propia satisfacción.
Me invita a un tomate a un rato de conversación y me regala su tiempo.
Me voy agradecido, pero en sus ojos veo la tristeza de la soledad…
Mañana seré yo el que vuelva con un tomate y una sonrisa y volveré a contemplar su obra.

1 comentario:

  1. De muy pequeño me sentaba con los abueletes (hoy tendrían más de 100 años) y me contaban cosas de la Guerra Civil diferentes a las que cuentan los libros. Historias humanas y de supervivencia, nada heroicas, pero enternecedoras. De la gente mayor, del vecino de al lado, de ese completo desconocido, aprendemos las cosas más cotidianas de la vida y quizás las más importantes. Gracias por acercarnos una vez más a esos sentimientos.

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