domingo, 9 de octubre de 2011

LA ALPUJARRA: algo más que un lugar.


Se trata de una tierra abrupta, de un paisaje herido de hondos valles de laderas verdes, cientos de barrancos de todos los tonos del ocre mezclados con el brillo grisáceo de las launeras.
Pueblos colgados de las montañas, como cascadas de un blanco monocorde que deslumbran a pleno sol y se ruborizan con la luz oxidada del ocaso. Caminos atormentados que serpentean entre, romeros, tomillos y abulagas, encinas y almendros, higueras y olivos. Un silencio acogedor, salpicado por trinos de pájaros, cantos de cigarras, rumor de acequias y susurros de viento en las retamas.
Dicen que es una tierra misteriosa o, al menos, capaz de estimular la curiosidad de quien busca el misterio.
También es una tierra que enamora, en mi memoria está Torvizcón, Notáez, Almegigar, Timar, Pitres y otros muchos que viven para siempre en mi recuerdo.

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